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sábado, 18 de abril de 2015

La semana siempre revivida...

Letra por letra, todo esto, estaba escrito ya desde hace algún que otro tiempo en las costuras de mis entretelas, pero no hallaba la ocasión para asomarme a los ventanales de los sueños y dar rienda suelta a mis más hondos e íntimos silencios. Quien lo redactó en mi alma y lo cincelo en mi corazón se fue volando, zarpó –como fervorosa y fiel devota carmelita-  presurosa para preparar esa espera que siempre parece infinita… Exhortada por esa consideración revestida de desvelo, que se torna en impaciencia y se revela en cálida explosión de luz, color, sabor, olor, fe, oración…que, a todos los que destilan y despiden su luz les invade cuando la primavera acompaña su presencia. Es la gloria de nuestra esperanza y esa remembranza de auténtico regusto a calles perfumadas, a iglesias de altares de cultos invadidas y enseñoreadas,  y ese siempre presente aroma a Dios fresco, recién implorado, inmaculado que… no tiene nombre. Auténtico sabor, que solo lo encuentro en el recuerdo y en los sueños que se repiten desde niño.  Y…es que Él y Su Madre lo son todo…son compositores de nuestros sueños, escritores de cuentos que nos adormecen y al abrigo de Su corazón, hombres y mujeres cofrades, cristianos de bien, nos sueñan y nos quieren siempre junto a Ellos…son pregoneros de la dura lucha del día a día de nuestras vidas, decidores de versos y oraciones aprendidas, que al recitarlas dejan en la boca sabor a sangre presentida y dolor en una pasión de siglos transmitida. Y es que en estas tradiciones y devociones heredadas se viste la hechura de postinería de bronce antiguo… Y es que son Ellos, los que poseen la gracia, esas soberanas maneras para subir a esos confines azules que no son más que la gloria que esperamos alcanzar desde esta lastimera tierra que huele demasiadas veces a podrida. 
Se nos fue volando la semana de los sueños y las vivencias, una nueva espera para que el cielo se vista de estrellas, para que el niño golpee el tambor a compás y con fuerza… para que tus ojos escondidos Madre, nos traspasen con su mirada, y rompan en lágrimas antes que entre un nuevo Viernes de dolor y muerte presentida, y temblores de cielo y tierra se aposenten por las esquinas.

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