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martes, 21 de octubre de 2014

Al compás de la palabra

Y es que los pregones se hacen con el alma, con las entrañas, con el soplo de Dios a tus espaldas, y… en la soledad del atril se convierten en profunda oración a los cuatro vientos proclamada. Y eso, el pregonero lo sabe. Sabe del desierto en los folios y sabe de lo efímero de sus letras y de lo fugaz de sus palabras. No escribe para ir arropado como el que el que va en una bulla en la tarde de un Domingo Cautivo de sus manos... Yo, lo veo así, llámenme duro, o franco... Como quieran. Pero no se escribe para sentirte arropado. Se escribe para desnudar tu corazón, añejo de recuerdos, vivencias y fervores cofradieros heredados y para dejarse uno la piel por la causa. Por la fe. Por nuestras costumbres y nuestra idiosincrasia.

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