Ella, tapiza mis tardes con callejones salpicados de virutas de notas musicales y barandas de oraciones de caramelo, donde aferrar desabridos dolores, manjares que se esconden bajo una planta de adulto pero que aún visten pantalón corto de cuadros, para compartirlos en el escalón de tu capilla cuando la primavera refresca los sueños.
Ella, es la respuesta a tantos por qué, la razón para volver siempre a su casa, el portazo que se da la soledad en la frente al golpearse los nudillos sobre mi puerta.
Ella, es un todo donde nada me falta; es el acento al compás de mis palabras; es ese brazo que jamás me abandona.
Desde ese día, en el que grabaste tu imagen en mi retina llevo hilvanado su nombre a mis costuras, sabiendo que es su mano entrelazada a ese rosario la que impide que mi cabeza se agache; sabiendo que es su voz la que me susurra nanas cuando el dolor me aprisiona; sabiendo que son sus alas las que juguetean con mis repelucos cuando todo a mi alrededor permanece inmóvil, sabiendo que nunca me falta su Esperanza.
Ella, es la respuesta a tantos por qué, la razón para volver siempre a su casa, el portazo que se da la soledad en la frente al golpearse los nudillos sobre mi puerta.
Ella, es un todo donde nada me falta; es el acento al compás de mis palabras; es ese brazo que jamás me abandona.
Desde ese día, en el que grabaste tu imagen en mi retina llevo hilvanado su nombre a mis costuras, sabiendo que es su mano entrelazada a ese rosario la que impide que mi cabeza se agache; sabiendo que es su voz la que me susurra nanas cuando el dolor me aprisiona; sabiendo que son sus alas las que juguetean con mis repelucos cuando todo a mi alrededor permanece inmóvil, sabiendo que nunca me falta su Esperanza.