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martes, 17 de septiembre de 2013

Un 15 de septiembre cualquiera

Y Santiago... agradecido, todos los días 15 de un septiembre dolorido, cuando la luz del atardecer traspasa los altos ventanales añadiendo claridad a las centenarias piedras de esa rancia Parroquia, pone en las manos curtidas de sus hombres, capataces y costaleros, los hachones encendidos de su oración, la Salve agradecida de sus hijos cantándole a la VIRGEN DE LOS DOLORES con el nombre de todos los nombres de la tierra: El de la EXCELSA MADRE DE DIOS.
Y dicen en el barrio que allí arriba, en los arrabales del Cielo, hay una cuadrilla de ángeles para llevar a la Madre de Dios de los Dolores por la misma Pureza de la Gloria, y este año, cuando también en el Cielo haya una Primavera y florezcan  las nubes y los angelitos muden la blancura de sus alas, un serafín costalero que llegó una primavera desde ese paso  volverá a ponerse bajo las trabajaderas, y el capataz le pedirá otra vez a SEÑOR SANTIAGO las campanas de plata de su torre y vendrán los niños, con las manos llenas de claveles, para acompañar la belleza transparente de su Madre, MADRE DE DIOS DE los DOLORES, en la plaza azul del paraíso.

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