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lunes, 5 de agosto de 2013

La semana de la espera...

En las alforjas de los recuerdos es donde uno va enmarcando memorias, suspiros, sonrisas; historias, nervios, miradas, vivencias, devociones…
Estos conforman el rincón más íntimo de nuestra biografía, ese que no compartimos con nadie por miedo a que nos traicione, y como el mejor escondrijo de nuestra infancia, pocos pueden penetrar en el a menos que un fanal de confianza rompa la oscuridad del tiempo.
Cada uno lo ordena, lo adereza, lo hermosea como buenamente puede, o como buenamente quiere.
Los hay que preferimos dejar en la parte de abajo de ese escondite las lágrimas, con la idea de que broten lo más tarde posible al recordar algo; sé de gente que amarra la jactancia tras el pomo de la puerta, para no tener nunca que encontrársela de frente; y conozco a varias personas a la que no hace mucho volví a abrazar que han dejado ese gesto cerca de la papelera del olvido.
Si me acompañáis a mi escondite, os pediría que lo hicierais con la luz tenue de la tarde; al fondo, tras el altar de su casa, casi en la última ventana en el centro iluminada podréis ver, amarrado a una campanilla plateada, el nombre de una de las devociones que cobijan mis miedos, mis añoranzas y mis mas intimas suplicas y peticiones.
En estos días me vais a permitir que os hable de ella…

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