Vistas de página en total

domingo, 21 de abril de 2013

La razón del cofrade

Una poderosa intuición del amor, signo de una sucesión de presentes históricos que uno quisiera detener y eternizar para gozarlos como totalidad de la existencia, imagen ideal pensada y expresada como experiencia del sentimiento. Pasión de amor. Lo más hermoso y vital que puede ocurrirnos sin definición posible y pese a sus contradicciones.
Tendremos que hablar, aunque sea brevemente, de algunas de estas formas y manifestaciones de amor, si queremos penetrar un poco en las claves, en el código  en algunos de los valores en los que se funda la, para muchos, insólita pervivencia de las cofradías y del carácter cofrade.
Porque la Semana Santa de nuestra ciudad adquiere su máxima tensión en ese péndulo de posibilidades contradictorias que implica el amor. Toda la fuerza humana de la actividad amorosa -condición mortal e inmortal a un tiempo- es, de alguna manera, el sentimiento de vitalidad que el cofrade pone en los rituales de la belleza y de la tradición. Fervores que no suelen comprenderse en otros sitios, por otras personas, al menos desde el punto de vista de los comportamientos habitualmente considerados religiosos, pero que en nuestro caso, en nuestro intimo código cofrade ciudadrealeño están llenos de una peculiar gracia y un hondo sentido de la religación con lo trascendente, a veces como una necesidad vital de continuidad histórica  e incluso sentimental, o una forma de herencia en la que se manifiesta la inmortalidad afectiva.
El amor como un camino que nunca se hace solo. En ese camino hay miles de cosas concretas que hemos compartido, que hemos recibido, que hemos puesto en manos de otros que continuaran, a su vez, compartiendo con los que constituyen su propia gente, su propio pueblo, su propia generación. Es la sangre del amor que nos impulsa y nos hermana. La hermandad, la confraternidad, ese unirse en los mismos recuerdos y separarse una tarde en la hondura final de espíritu  para volver a encontrarse definitivamente en la "Casa de Todos", cuando llegue el día en que seamos examinados sobre el amor. Eternidad de eternidades de aquel Cristo y aquella Virgen nuestra, la imagen de nuestro corazón, culminación de nuestro afecto, de nuestra herencia, de nuestra historia y de nuestro cielo.
Ciudad Real en gloria pura, saeta disparada a un universo mágico que suelta sus amarras con la tierra para doblar la esquina de lo imposible y convertirse en estrella de la mañana que ilumina el vacío  y resucitar con El, Sol de Dios Vivo, en el fuego nuevo de la Vigilia de Pascua.


No hay comentarios: