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miércoles, 17 de abril de 2013

Incienso, cera y flor...

...de una ciudad que estalla en primavera, que agudiza sus sentidos para no perder un detalle de ese palio en movimiento, de ese exorno exquisito o de esos bordados sobre un morado que huele a Dios vivo...agudiza sus sentidos para percibir el racheo de una fe, las notas de Margot que marcan el compás a un palio de Soledad presentida o la voz del capataz en tintineo acompasado de palio perchelero al levantar...agudiza sus sentidos al percibir el aroma a pureza de un convento que rezuma santidad, la fragancia de una rosa puesta sobre su altar o el verdadero olor a pureza virginal cuando la Madre se pasea por nuestras calles mecida a la cadencia que marcan las notas de una marcha que en el aire quedara...agudiza sus sentidos al rozar con manos temblorosas la plata de un paso mientras una plegaria silenciosa se eleva en el aire de una calle de la ciudad, un beso roza su pie, su mano o el costado abierto por donde se salva la humanidad...agudiza sus sentidos en fin, para gustarse en la finura de una blonda, la sencillez de un tocado, la ligereza de un alfiler, la gracia de la caída de un fino y delicado pañuelo que unas manos benditas se llevaran a una cara humedecida por el Dolor de una Pasión, o la sobriedad de una cofradía que desde el Carmelo nos adentra en el verdadero sentido de una estación de penitencia, silencio, oración y caridad.
Una ciudad por la gracia ungida y que más que nunca tiene a flor de piel todos sus sentidos.



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