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domingo, 29 de julio de 2012

Una muerte de cruz

Se tensan las manos de Longinos aferrando la gruesa  y fría lanza...Y va crujiendo la madera a medida que se va hundiendo la cruz en el suelo. Clavos; por clavos es sujetado el Cristo, el Hijo de dios muere; clavos que desgarran, su cuerpo se descuelga. Dios descolgado en una cruz.
¿Donde está el hoyo donde clavaron la Cruz del Señor, allá por Santiago?
Allí está el ultimo aliento de esperanza para nuestras vidas. Que clavado a la Cruz, Cristo en su Caridad no puede verme; sus ojos cerrados y clavados en el suelo, implora misericordia y perdón, pero no puede verme. Tan solo quedan las lagrimas de María para interceder por nuestro pecado.
El misterio de la Caridad nos produce una sensación de intensa desazón, por cuanto nos coloca inmediatamente en la inmolación definitiva del Señor, pero sin embargo, nada podemos hacer. Queremos evitarlo, pero no es posible. ¿Como poder amainar entonces, al menos, su sufrimiento?
Sin duda, en el hermano. Y en las lagrimas de Santa María...Sombra de bronce en el atardecer desgarrado de su ocaso...Ya Cristo no se vale por si...es un cuerpo que necesita de la manos del hombre para poder ser enterrado y así poder resucitar...¡Que día más inmensamente largo, Caridad de un Jueves santo!


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