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jueves, 9 de septiembre de 2010

La gracia de Dios

He vuelto a tus entrañas, esta vez para algo muy distinto de lo que habitualmente me lleva hacia ti. Atraído por la misma llamada de Dios, pero sin puesta en la calle, llamado por la misma presencia de María, pero desde su Metropolitana casa. Con el atrevimiento que para mi supone, he usurpado por unas horas el centro neurálgico de las devociones, tus devociones mas hondas, porque El ha querido que precisamente sea ahí, donde el Espíritu Santo descienda sobre uno de nuestros hermanos y lo e eleve al gozo, a la dicha de servirte, de hacernos ver tu lado mas humano, de adentrarnos aun mas si cabe en tu vida, en tu pasión, en tu entrega redentora, Señor. Me ha invadido algo diferente, algo que hasta ahora no había sentido, algo muy especial, llamalo orgullo, llamalo satisfacción, llamalo como quieras, pero la verdad es que fueron las tres horas mas intensas de mi vida, en las que realmente me di cuenta de lo que significa en realidad y en verdad nuestra fe católica. Una fe que que la ciudad mas maravillosa del mundo y el que a buen seguro será el sacerdote mas humano y querido por su feligreses, repito una fe que gracias a ellos se ha asentado en mi alma y en mi ser de una manera mucho mas fuerte y especial.
Gracias Sevilla, gracias Ángel.

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