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viernes, 15 de enero de 2010

La trabajadera del metal...


Tras tu manto sublime recorrido de gloria, caminos de oro y encaje,
que engalanan a la Emperatriz de todo auxilio, Reina y Señora la escoltan los instrumentos, con himnos conmovedores,
“La Madrugá”, en cada nota una emoción; los sonidos fúnebres de “La Quinta Angustia”;
“Virgen del Valle”, dulzura de eternidades, de fervorosa nostalgia.
En medio de la oscuridad, una luz alumbra, el corazón se alza sobre el llanto a los compases de “La Estrella sublime”, y una congregación de arcángeles acompañan a los costaleros, que mecen el paso de la Señora, a los ecos de “Pasan los Campanilleros”
“Dolorosa, risa y llanto”, tembloroso mirar, con ceño dolorido,
y amagada sonrisa, de quien sabe que tras la muerte, vencedora aguarda la resurrección.
Se estremece en la garganta el cante con piropo de fervor:

“¡ay! Mi Dolorosa Perchelera, que misterio te rodea que el que te ve en la Plaza, en tu plaza, prendao, Perchelera, de ti se queda !ay!”

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