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viernes, 29 de enero de 2010

El perfume que se avecina...

Cuentan que se precisa imaginación, intuición, paciencia y buen gusto para lidiar con un concepto de naturaleza tan abstracta como el perfume. Pero el perfume nuestro, el de los cofrades, abandona esta sofisticación cuando nos damos cuenta de que lo tenemos siempre presente, perenne, cotidiano, escondido pero inexorable.
La Semana Santa huele dulce, huele a zapatos nuevos, a roscas, a niños con palmas y abuelos con ramas de olivo bendecidas hace un rato. Tiene matices de sudores compartidos y de aliento entrecortado bajo una parihuela, de hierros caducos y de maderas recién barnizadas, de aplausos y murmullos, de recuerdos y añoranzas. Huele a esperanza cada Domingo de Pasión, y huele a café cuando el alba despierta el Viernes Santo nuestro, viernes de párpados pesados. Eco de pasos "racheaos" que se acercan y que se pierden por la Merced y su callejón, himno espontáneo que no necesita letra: eres el santo y seña de una identidad, y que nadie dude de que lo seguirás siendo. Huele a ensayos, a compás costalero, a notas llorosas de bandas que nunca llenarán grandes estadios, pero que sí llenan corazones. Huele a muchedumbre alborotada en la noche de un viernes de dolores humeante, a ilusión quinceañera, a restos de murallas milenarias que abrigan nuestro calvario y a saetas que se derraman por los balcones, benditas gargantas que no tienen alma porque te la dieron cantando...
 

2 comentarios:

MarceAbenza dijo...

Tomen nota las Hermandes que buscan pregonero¡¡¡¡¡¡

Que muchas veces buscamos fuera de las murallas de la urbe del Rey Sabio lo que tenemos dentro...

Paco Turrillo dijo...

Me parece muy acertado tu comentario Marce y la égloga del amigo Magdaleno es bellísima. Mi sincera felicitación.